Agus y Mak

14 agosto 2008

Eduardo Galeano - Espejos

Aquí una nueva entrega. No voy a hacer ningún comentario, so los dejo a ustedes. Que lo disfruten.


Molière
Y por si el azote de las pestes fuera poco castigo, el miedo a la enfermedad se convirtió en una nueva enfermedad.
En Inglaterra, los médicos atendían pacientes que se creían frágiles como cacharros de barro y se apartaban de la gente por no chocar y romperse; y en Francia, Molière dedicó al enfermo imaginario la última de las obras que creó, dirigió y actuó.
Burlandose de sus propias manías y obseciones, Moliére se tomaba el pelo. Él representaba al personaje principal: hundido en los almohadoes de su sillón, envuelto en pieles, el gorro hasta las orejas, se sometía a continuas sangrías, purgas y lavativas, recetadas por los médicos que le diagnosticaban brodipepsia, dispepsia, apepsia, lientería, disentería, higropepsía, hipocondría, hipocresía...
Hacía poco que la obra había sido estrenada, y con éxito, cuando una tarde todo el elenco le suplicó que suspendiera la función. Moliére estaba muy enfermo, enfermo de veras y no por fiebre de la imaginación. Respiraba poco, tosía mucho, y apenas si podía hablar y caminar.
¿Suspender la función? Ni se tomó el trabajo de contestar. Sus compañeros lo estaban invitando a triacionar el reino donde había nacido y sido, desde el día aquel en que dejó de ser quien era y se convirtió en Moliére para divertir a la buena gente.
Y esa noche el enfermo imaginario hizo reír mas que nunca al público que llenaba la sala. Y la risa por Moliére escrita y actuada, lo alzó por encima de sus penurias y de su pánico a morir, y gracias a la risa, que de todo se reía, esa noche hizo el mejor trabajo de su vida. Tosió hasta romperse el pecho, pero no olvidó ni una palabra de sus largos parlamentos, y cuando vomitó sangre y cayó al suelo el publico creyó, o supo, que la muerte era parte de la obra, y lo ovacionó mientras el telón caía con él.
(pd: este posteo va dedicado a mi amigo Nano, a sus alumnos de teatro, a los ex rosca power, y a todos los actores)

08 agosto 2008

Eduardo Galeano - Espejos

Hoy les dejo el segundo espejo. Este va muy acorde a nuestros tiempos, tiempos en los que es mejor repetir que decir, tiempos en los que hablamos igual, decimos lo mismo. Nadie le da valor a las palabras, nadie tiene voz propia. Tenemos miedo de decir algo distinto, a ver si todavia nos mostramos tal cual somos. En fin... Que lo disfruten.


Eco
En otros tiempos, la ninfa Eco, había sabido decir. Y con tanta gracia decía, que sus palabras parecían no usadas, jamás dichas antes por boca ninguna.
Pero la diosa Hera, la esposa legal de Zeus, la maldijo en uno de sus frecuentes ataques de celos. Y Eco sufrió el peor de los castigos: fue despojada de voz propia.
Desde entonces, incapaz de decir, sólo puede repetir.
La costumbre a convertido esta maldición en alta virtud.
(pd: dedicado a los que tienen voz)

01 agosto 2008

Eduardo Galeano - Espejos

Hoy les dejo el primer espejo que les voy a compartir de este libro. Se llama "el rey que quiso vivir siempre", habla de un tipo que no le importó nada, se olvido de sus temores, vivio plenamente, y asi logro ser inmortal, hasta que murio. Que lo disfruten.


El rey que quiso vivir siempre


El tiempo, que fue nuestra partera, será nuestro verdugo. Ayer el tiempo nos dio de mamar y mañana nos comerá.
Así es nomás, y bien lo sabemos.
¿Lo sabemos?
El primer libro nacido en el mundo cuenta las aventuras del rey Gilgamesh, que se negó a morir.
Esta epopeya pasó de boca en boca, desde hace unos cinco mil años, y fue escrita por los sumerios, los acadios, los babilonios y los asirios.
Gilgamesh, monarca de las orillas del Eufatres, era hijo de una diosa y de un hombre. Voluntad divina, destino humano: de la diosa heredó el poder y la belleza, y del hombre heredó la muerte.
Ser mortal no tuvo para él la menor importancia, hasta que Enkidu, su muy amigo, llegó al último de sus días.
Gilgamesh y Enkidu habían compartido hazañas asombrosas. Juntos habían entrado en el Bosque de los Cedros, morada de los dioses, y habían vencido al gigante guardián, cuyo bramido hacia temblar las montañas. Y juntos habían humillado al Toro Celeste, que con un solo bufido abría una fosa donde caían cien hombres.
La muerte de Enkidu derrumbó a Gilgamesh, y lo aterró. Descubrió que su valiente amigo era de barro, y que también él era de barro.
Y se lanzó al camino, en busca de la vida eterna. El perseguidor de la inmortalidad vagó por estepas y desiertos,
atravesó la luz y la oscuridad,
navegó por los grandes ríos,
llegó hasta el jardín del paraíso,
fue servido por la tabernera enmascarada, la dueña de los secretos,
alcanzó el otro lado de la mar,
descubió al barquero que sobrevivió al diluvio,
encontró la hierba que le daba juventud a los viejos,
siguió la ruta de las estrellas del norte y la ruta de las estrellas del sur,
abrió la puerta por donde entra el sol y cerró la puerta por donde el sol de va.
Y fue inmortal, hasta que murió.
pd: dedicado a los inmortales